INTRODUCCIÓN
La frontera norte de México es coexistente, permite a los residentes un limitado desarrollo de interacciones binacionales y cercanas ( Martínez, 1998 ). Alegría (2009) menciona que la frontera tiene dos tipos de funciones, antagónicas e intrínsecas, pues divide dos culturas y dos estructuras urbanas e unifica de manera ecológica y social ambos lados. Los cruces fronterizos en ambas direcciones, legales e ilegales, se dan más entre mexicanos y sus descendientes, que entre anglosajones. Esta situación muchas veces genera desconfianza, la cual es usada por políticos, académicos y ciudadanos estadounidenses para buscar enemigos, generando ambientes antimexicanos y antiinmigrantes ( Huntington, 2005 ). La frontera es cada vez menos porosa, está más vigilada, es más lenta y estresante de cruzar, aunque se haga de manera legal ( Chávez, 2011 ).
Su historia tiene que ver con los esfuerzos del poder por regular los cruces de la gente y sus opciones de sustento, de hacer legítimos los desplazamientos, basándose en elementos de estatus social, origen racial y residencia ( Chávez, 2016, p. 5 ). La frontera se convierte en un espacio de transición intrigante, que resulta en mezclas e hibridación. Por la proximidad del otro se fortalecen nociones de diferencia y animosidad ( Newman, 2006, p. 149 ), al mismo tiempo que se convierte en un espacio más fluido en términos económicos y comerciales.
Debido a nuevos datos, se puede contribuir a entender de una mejor manera la frontera norte de México, saber, por grado escolar, cuántos estudiantes transfronterizos de origen mexicano hay. Aquellos que residen en México y estudian en Estados Unidos, que van y vienen sin o con pocas limitaciones de tránsito a través de la frontera y mantienen relaciones con ambas naciones ( Cueva-Esquivel, 2015 ), quienes integran lo que Sarabia (2016) denomina la “ciudadanía transfronteriza”. Los cambios provocados por las dinámicas globalizadoras en la organización territorial e institucional de la autoridad estatal están transformando a la ciudadanía ( Sassen, 2016, p. 110 ).
Los sistemas educativos en varias partes del mundo están enrolando a estudiantes transfronterizos, que antes no existían o no eran visibles; sin embargo, su presencia no está medida en la mayoría de los sistemas escolares de las naciones. Este tipo de estudiantes suelen ser ignorados o mal entendidos y no son visibles en las políticas escolares ( Zúñiga y Hamann, 2009 ). El presente trabajo contribuye sobre todo en hacer más visibles a estos estudiantes en su justa dimensión, y presentar algunos elementos que pueden aportar en la elaboración de teorías sobre la educación cruzando fronteras, ejercicio que por ahora excede los fines de este estudio.
Se analiza la educación superior transfronteriza, que es parte de los procesos que operan entre fronteras y son expresión y consecuencia de la contigüidad espacial de las diferencias socioeconómicas estructurales de cada país ( Alegría, 1989, p. 65) . La educación, al igual que el trabajo o el comercio que se desarrollan en ambos lados de la frontera, conforman lo que se ha denominado región transfronteriza, transborder region ( Fuentes y Peña, 2010, p. 2 ) o cross-border region ( Anguiano, 2005, p. 123 ). Más que el espacio físico, la región transfronteriza está representada por las actividades cotidianas que llevan a cabo los residentes de la zona y que traspasan los límites territoriales de los Estados nación. Sin embargo, esta región no es homogénea, tienen una estructura social, una base económica y una forma espacial diferente en cada lado de la frontera ( Alegría, 2009, p. 18 ).
El trabajo está guiado por dos preguntas: ¿cuántos conforman el grupo de estudiantes transfronterizos de origen mexicano? y ¿qué circunstancias lo permiten? Se pone especial atención en la comparación entre los estudiantes transfronterizos nacidos en México y los nacidos en Estados Unidos. Con base en datos de la Encuesta Intercensal 2015, recolectada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), además de sus características, permite indagar las posibilidades y restricciones de la educación transfronteriza.
Los estudiantes residentes en México acuden poco a la educación superior del otro lado de la frontera. Su f lujo contrasta con el laboral o el comercial. Los estudiantes transfronterizos en todos los niveles escolares son un sector reducido de la población, donde en ningún estado de la frontera norte sobrepasan 6 por ciento del total de los estudiantes de la entidad. Las variables que posibilitan el acceder a la educación transfronteriza, al mismo tiempo, son restricciones para otros.
Ante un panorama de integración económica y competencia constante, estudiar en Estados Unidos como residente en México es una estrategia de competencia que puede ampliar posibilidades de integración en el ámbito laboral, académico, cultural, empresarial y comercial. Adquiere relevancia el presente análisis debido a la creciente competitividad en la frontera, como punto de encuentro de dos economías, si bien asimétricas, integradas en uno de los mayores tratados comerciales del orbe. La educación transfronteriza se convierte en herramienta indispensable para participar en el mundo de integración y competencia. Así también, es relevante por el lugar que ocupa la educación superior de Estados Unidos. Algunas de las mejores universidades del mundo se encuentran a poca distancia de la frontera, esto podría ser una oportunidad para los residentes del lado mexicano. Los esfuerzos por reducir la asimetría entre países y regiones deben voltear a ver a la educación como palanca de desarrollo. El aumento de la educación transfronteriza, de sur a norte y de norte a sur, ayudaría a transformar la región en un lugar donde la reconciliación, cooperación y coexistencia tienen lugar ( Newman, 2006, p. 4 ).
A través del análisis de microdatos de la Encuesta Intercensal 2015 ( Inegi, 2015 ), acompañado de testimonios de estudiantes transfronterizos, se abre la posibilidad de indagar aún más sobre la educación que opera entre fronteras. A simple vista los altos ingresos familiares permiten esta posibilidad. Sin embargo, existen otros elementos que los datos agregados no arrojan para explicar la realidad, como por ejemplo obtener becas por el buen aprovechamiento escolar. Por primera vez en la historia de los censos y conteos en México se preguntó dónde se reside y el país dónde se estudia, y esto dio a conocer la movilidad constante entre regiones debido a la educación.
La región fronteriza del norte de México no tiene los estados con mayor porcentaje de población que estudia en otra entidad o país. El Estado de México encabeza la lista con 7.9 por ciento, seguido de Tlaxcala con 5.3, la Ciudad de México con 2.6, Hidalgo con 2 y en quinto lugar una entidad fronteriza, Baja California, registrando 1.8 por ciento ( Inegi, 2015 ). A diferencia de las regiones no fronterizas, la movilidad en esta zona territorial es internacional y tiene una connotación más amplia en el sentido de integración global: dos culturas, dos idiomas y múltiples formas de pensar.
El artículo se divide en cinco secciones. La segunda presenta una exploración de la educación universitaria en México y de mexicanos en Estados Unidos, para contextualizar la situación de ser mexicano y estudiar al norte de la frontera. En la tercera se describe la metodología empleada en el estudio. En la cuarta sección se presentan los resultados obtenidos con base en la Encuesta Intercensal. En la quinta se muestran los testimonios de los alumnos transfronterizos entrevistados. Finalmente, se exponen las conclusiones.
EL RETO DE LA EDUCACIÓN UNIVERSITARIA PARA LOS MEXICANOS EN ESTADOS UNIDOS
Al igual que en resto del país, en la frontera norte sólo asisten a la escuela un tercio de las personas que están en edades en que comúnmente se cursan los estudios universitarios o de posgrado. En 2010, a nivel nacional, el 33.9 por ciento de las personas entre 18 y 29 años asistían a la escuela. En los municipios fronterizos es menor el porcentaje en comparación con el estado al que pertenecen y al municipio donde se encuentra la ciudad capital. En Baja California era de 35.3 por ciento, en el municipio capitalino de Mexicali era 40.1 y en Tijuana 32.6; en Sonora 39.2 por ciento, en el municipio capitalino de Hermosillo 41.6 y en el municipio fronterizo de Nogales 33.1; en Chihuahua 37.8 por ciento, en el municipio capitalino de Chihuahua 52.2 y en el municipio fronterizo de Juárez 38.6; en Coahuila 33.2 por ciento, en el municipio capitalino de Saltillo 38.3 y en el municipio fronterizo de Piedras Negras 28.3; en Tamaulipas 32.8 por ciento, en el municipio capitalino de Victoria 49.6, en los municipios fronterizos de Matamoros 30.7 y Nuevo Laredo 30.3 por ciento ( Inegi, 2013 ). La constante es que el porcentaje de población que está estudiando entre 18 y 29 años es menor en los municipios fronterizos en comparación con los municipios capitalinos y, exceptuando Ciudad Juárez, también es menor en comparación con el porcentaje del estado al que pertenecen y al promedio nacional.
Por otro lado, acceder a estudios universitarios o de posgrado en Estados Unidos es costoso. En términos generales, los montos de deuda en los que las familias incurren por préstamos universitarios se han incrementado de manera considerable en los últimos 15 años ( Bricker et al., 2014, p. 27 ). Aun así, existen diferencias importantes dependiendo de la situación de cada estudiante y de las universidades, si estas son públicas o privadas. Las primeras reciben fondos del gobierno estatal y la privadas no. A nivel nacional, en el período 2015-2016, el costo promedio de la matrícula y cuota en una institución pública, siendo residente del estado donde se encuentra la universidad (in-state student) fue de 9 419 dólares anuales, y para los no residentes del estado (out-of-state student) 23 893. Los costos se incrementan hasta 32 405 dólares anuales para universidades privadas ( College Board, 2015 ). Estas sumas aumentan en promedio 10 000 dólares por los gastos de vivienda, libros y transporte. Por regiones del país, en lo que se refiere a universidades públicas, Nueva Inglaterra es la más cara con poco más de 23 000 dólares y el suroeste, donde se encuentra California, es la más barata con 8 568 dólares. En universidades privadas, también Nueva Inglaterra es la más cara, llegando a más de 40 000 dólares anuales, y la región más barata es el sur de Estados Unidos con poco más de 28 000 dólares anuales. Por ejemplo, la University of California, San Diego (UCSD) tiene un costo promedio anual total (incluyendo vivienda, libros y transporte) de 25 200 dólares, sin vivir en el campus y siendo residente del estado. Para los no residentes del estado, el costo total asciende en promedio a 49 908 dólares ( UCSD, 2015 ). Una opción más barata es San Diego State University (SDSU), con 28 425 dólares para los no residentes del estado ( SDSU, 2016 ). Staudt y Méndez (2010) argumentan que los altos costos de la educación superior en Estados Unidos pueden marginar a los estudiantes de los estatus socioeconómicos bajos, donde se incluye a una gran parte de la población hispana y afroamericana.
Los residentes en México que cruzan para estudiar, estarían pagando las cuotas más caras en las universidades públicas, salvo que demuestren que son residentes locales y con eso reduzcan considerablemente sus costos. Son comunes los fraudes en relación con la residencia para bajar los costos de matrícula, gente que declara vivir en el estado cuando en realidad no lo hace. La prevalencia de estos fraudes hace que las universidades hagan investigaciones más exhaustivas sobre la residencia de los solicitantes ( Ezarik, 2005 ). También existen estudios profesionales en colegios (community colleges), generalmente con duración de dos años, y los costos son sensiblemente más económicos, 3 435 dólares en promedio anual para estudiantes locales (in-district). Es probable que muchos estudiantes transfronterizos estén cursando en estas instituciones sus estudios superiores; sin embargo, la Encuesta Intercensal 2015 no pregunta a qué tipo de institución se acude ( Inegi, 2015 ). Los altos costos de los estudios superiores provocan, en gran medida, que los latinos y en especial los mexicanos que residen en Estados Unidos tengan bajos porcentajes de miembros que asisten a la educación superior ( Plata-Potter y De Guzmán, 2012, p. 94 ).
Son pocos los mexicanos que acuden a la universidad en Estados Unidos, a pesar de que tienen amplios porcentajes de gente que está en edades donde comúnmente se atienden estos estudios. Los latinos en Estados Unidos son jóvenes, 48.2 por ciento son millennials (1833 años) y generación X (3449 años), de estos, los nacidos en el extranjero son 61.1 por ciento. El porcentaje de millennials es muy similar entre ambos grupos, 27.3 por ciento para los nacidos en Estados Unidos y 26 por ciento para los extranjeros. Entre los nacidos en el extranjero, los mexicanos resultan los más jóvenes, son 65.3 por ciento de los millennials y 63 por ciento generación X ( Patten, 2016 ).1 En contraste, en relación con estas edades, de 10 122 759 mexicanos en Estados Unidos, 12.4 por ciento tenía dos años de educación universitaria (two year degree/college), sólo 4.3 por ciento con licenciatura (bachelor’s degree) y 1.5 por ciento un grado más avanzado (advanced degree). Son varias explicaciones para estos bajos porcentajes, entre ellas, los costos de la educación, sobre todo considerando que entre los mexicanos 64.5 por ciento de 18 a 64 años son catalogados como pobres ( Brown y Stepler, 2016 ).
METODOLOGÍA
Se utilizó metodología mixta, cuantitativa y cualitativa, para obtener un análisis comprehensivo del problema a investigar, ya que se recolectan datos de ambas metodologías al mismo tiempo ( Creswell, 2014 ). La generación de cuadros y gráficas a partir de los microdatos de la muestra pública de la Encuesta Intercensal 2015 permiten cuantificar los f lujos de estudiantes transfronterizos y examinar sus características socioeconómicas. Así mismo, se entrevistó a siete estudiantes transfronterizos y a una estudiante local en Tijuana, entre agosto y septiembre de 2016, cuya aportación se utilizó como instrumento que ayuda a profundizar en algunos temas, información que no arrojó la Encuesta Interesal 2015 ( Inegi, 2015 ).
HALLAZGOS DE LA ENCUESTA INTERCENSAL 2015
Residir en México y estudiar en Estados Unidos es complicado no sólo por los costos, sino por los traslados y la documentación que exigen las universidades ( López, 2012 ). En el cuadro 1 se muestran en números absolutos los estudiantes transfronterizos por ciudades seleccionadas que cruzan la frontera cotidianamente para estudiar. Las tres poblaciones más grandes de la frontera lideran la lista, Tijuana, Mexicali y Ciudad Juárez, ésta última encabezando los estudiantes de universidad.
Cuadro 1.
Elaboración propia con datos del Inegi (2015).
Nota: Los datos incluyen a la población que reside en los municipios ubicados a lo largo de la frontera norte de México. El cuadro presenta números absolutos de estudiantes que residen en México y asisten a la escuela en Estados, por ciudad y nivel escolar. Datos estimados utilizando factores de expansión. CA-PN denota Ciudad Acuña-Piedras Negras.
Se observa que la ciudad que tiene más estudiantes transfronterizos universitarios es Ciudad Juárez y la que menos es Reynosa. Esta situación puede deberse a los menores costos y mejor acceso a universidades en la región de El Paso, Texas, en comparación con otras regiones.
Es importante destacar que estos números no necesariamente representan una pirámide que tenga como cimiento la primaria y en la punta los estudios de posgrado, por ejemplo, en Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez y Nuevo Laredo. En estos casos los estudiantes de preparatoria son más que los de secundaria. Esto se explica por variables como el ingreso y el lugar de nacimiento, el dominio del inglés, y el tener familiares commuters, la legión de trabajadores que viviendo en México trabajan en Estados Unidos ( Martínez, 1998, p. 145 ).
La gran mayoría de los estudiantes se concentra en el nivel básico (primaria y secundaria); sin embargo, destacan los estudios de media superior, particularmente en las tres ciudades antes mencionadas. En el cuadro 2, se muestran los porcentajes de residentes en México que estudian en Estados Unidos, en comparación con el total de los estudiantes locales (por ejemplo, aquellos que viven y estudian en México). Esto permite observar la justa dimensión de su peso. El porcentaje de los estudiantes transfronterizos es bajo en todos los grados escolares y en cada una de las ciudades, particularmente en las grandes, donde en Tijuana, Mexicali y Ciudad Juárez se ubican el 2.2, 1.7 y 1.8 por ciento, respectivamente. Destaca el 6.5 por ciento de los estudiantes transfronterizos universitarios de San Luis Río Colorado, que se explica por el menor número de estudiantes locales.
Cuadro 2.
Elaboración propia con datos del Inegi (2015).
Nota: El cuadro presenta el porcentaje de estudiantes que residen en México y asisten a la escuela en Estados Unidos respecto al total de estudiantes que residen en México, independientemente de su país de estudio, por ciudad y nivel escolar. Datos estimados utilizando factores de expansión. CA-PN denota Ciudad Acuña-Piedras Negras.
En el cuadro 2 también se observa que son mayores los porcentajes para los estudiantes universitarios, y menores los de primaria. Esto se debe a la pirámide de educación en México, donde se tiene un amplio número de estudiantes de primaria que van disminuyendo hasta llegar a nivel posgrado. Lo mismo sucede en estas ciudades, los que cruzan para estudiar la universidad en Estados Unidos son un mayor porcentaje de los que estudian este nivel en México. Es complicado reunir al mismo tiempo atributos tan variados como haber nacido en Estados Unidos, hablar el idioma inglés, contar con altos ingresos familiares, tener commuters en la familia, obtener excelentes calificaciones para alcanzar becas o sortear las restricciones que imponen las escuelas de Estados Unidos a los residentes extranjeros, como lo muestra el mínimo porcentaje antes presentado.
En la gráfica 1 se muestra cómo la trayectoria de los porcentajes varía por ciudad. En Tijuana aumenta hasta preparatoria, luego disminuye en universidad y vuelve aumentar en posgrado. En Ciudad Juárez incrementa hasta universidad y disminuye el porcentaje casi a la mitad en posgrado. En Matamoros aumenta en secundaria y luego tiene una trayectoria constante a la baja. Esta diferencia se debe a que los factores que se van a analizar y que permiten en alguna medida el cruzar la frontera para estudiar, tienen un peso diferente por región.
Haber nacido en Estados Unidos es parte de la dinámica social de la frontera, posibilita poseer la nacionalidad transfronteriza y eventualmente convertirse en estudiante transfronterizo. Para muchos padres en México el que sus hijos nazcan del otro lado de la frontera, significa tomar ventaja de la asimetría entre los dos países vecinos y la tendencia es creciente ( Vargas y Coubés, 2017 ). Llevarlos a nacer del otro lado de la frontera es otorgarles la ciudadanía dual, con oportunidades para construir habilidades biculturales y de decisión de en dónde vivir y trabajar ( Tessman, 2016, p. 11 ).
Aprender bien inglés juega un rol importante para tomar tal decisión, como lo menciona Mónica:
Las razones por las cuales mi familia decidió que naciera en Estados Unidos son muchas, la principal es el buen aprendizaje del idioma desde la educación básica, ya que, en las escuelas en México, sean de gobierno o privadas no tienen buen nivel de inglés. En mi caso, no iba en escuela de gobierno por el hecho de que mis padres trabajaban del otro lado sin permiso, y el temor a que eso pudiera afectarlos en el aspecto legal. Cursé la primaria en una escuela privada en donde la mayoría éramos mexicanos nacidos allá, aunque también varios de mis compañeros eran nacidos en México (estudiante de la Universidad Autónoma de Baja California, comunicación personal, Tijuana, octubre 2016).
Para los nacidos en Estados Unidos, no existen restricciones para cruzar la frontera. En cambio, para los nacidos en México, la posibilidad de cruzar debe de ir acompañada de otras variables, como una favorable condición económica.
En el cuadro 3 puede observarse que la mayoría de los estudiantes transfronterizos de educación superior son nacidos en Estados Unidos. Así, 5 259 estudiantes de licenciatura son transfronterizos, de los cuales 3 406 nacieron en aquel país y 1 853 en México. Así también, 490 estudiantes de posgrado entran en esta condición, donde 302 nacieron en Estados Unidos y 188 en México. Sin embargo, el haber nacido en Estados Unidos no garantiza convertirse en estudiante transfronterizo. Si se observan los porcentajes del cuadro 3, sólo 14 por ciento de los nacidos en Estados Unidos son estudiantes transfronterizos de primaria, sólo son mayoría los de preparatoria. En el caso de los universitarios nacidos en Estados Unidos de origen mexicano, casi la mitad resultan transfronterizos. Por el contrario, de los nacidos en México, sólo 1.1 por ciento son estudiantes de esta cualidad. Estas cifras permiten ver lo limitado que es cruzar la frontera para estudiar si se nació en México.
Respecto al género, se puede ver en la cuadro 4 que los hombres están más representados en los transfronterizos universitarios, pero las mujeres son mayoría en preparatoria. Se puede decir que, de los estudiantes universitarios, sólo el 3.1 por ciento de los hombres y el 3 por ciento de las mujeres son transfronterizos.
En el cuadro 5, se puede observar de manera desagregada a los estudiantes de posgrado. Resalta que no se reporta ni un solo estudiante de doctorado. Esto puede ser debido a que los doctorados que implican movilidad internacional, otorgan una beca que posibilita residir en la ciudad donde se encuentra la universidad.
Si bien el haber nacido en Estados Unidos es una variable importante para estudiar ahí, también el ingreso es una condición muy necesaria para poder hacerlo. Con base en una serie de testimonios, Chávez Montaño (2006, p. 8) indica que los estudiantes transfronterizos tijuanenses pertenecen a familias con recursos económicos elevados. El valor del dólar y el costo de los estudios del otro lado hacen suponer que quienes pueden hacerlo desde México, tienen altos ingresos tanto en pesos como en dólares, si se tiene integrantes de la familia que son commuters. En el cuadro 6 se observa que si se compara a los estudiantes locales con los transfronterizos, se corrobora lo antes mencionado. Los estudiantes transfronterizos de primaria y de universidad, nacidos en México, tienen un mayor ingreso que los transfronterizos nacidos en Estados Unidos.
La brecha en el ingreso es amplia si se compara entre transfronterizos y estudiantes locales, sobre todo entre los nacidos en México, para quienes es más bajo. El ingreso de los estudiantes transfronterizos de primaria es tres veces mayor que el de los estudiantes locales de primaria. El ingreso de los locales y transfronterizos nacidos en Estados Unidos es muy similar. Tanto el lugar de nacimiento como el ingreso, posibilitan la ciudadanía transfronteriza ( Sarabia, 2016, p. 343 ). En el caso de los universitarios con esta cualidad, nacidos en ambos lados de la frontera, su ingreso familiar es casi el doble de los estudiantes universitarios locales. Destacan los altos ingresos de los estudiantes transfronterizos de maestría nacidos en Estados Unidos y también en México.
El cuadro 7 muestra que, en tres ciudades seleccionadas, los universitarios transfronterizos de Matamoros tienen la disparidad más grande, poseen el ingreso más alto, casi cuatro veces mayor que sus contrapartes que estudian en México. En Tijuana se encuentra la menor disparidad entre los ingresos de todos los universitarios.
El cuadro 8 muestra una variable más que posibilita ser estudiante transfronterizo, tener en la familia un commuter, con lo que se puede incrementar los ingresos familiares por los salarios en dólares. En Tijuana en todos los niveles escolares son mayoría los alumnos que tienen esta característica, a diferencia de Ciudad Juárez y Matamoros hasta preparatoria, donde en ninguno de los grados escolares son mayoría. En estas ciudades es alto el porcentaje de alumnos que cuentan con commuters en la licenciatura. Esto puede obedecer a que en este grado las escuelas son más estrictas con los documentos que entregan los alumnos para demostrar su lugar de residencia. En algunos lugares, en grados inferiores, a sabiendas de que los alumnos no tienen residencia en el estado donde se encuentra la escuela, no se les niega el servicio. Como en Columbus, Nuevo México, donde todos los días niños residentes en Palomas, Chihuahua, cruzan para ir a la primaria, provocando debates al respecto de quienes pueden y quienes no pueden acudir a una escuela que se nutre de los impuestos que pagan los residentes locales ( Layton, 2013 ).
Cuadro 8.
Elaboración propia con datos del Inegi (2015).
Hay que considerar que los empleos que desarrollan los commuters son de baja calificación, por lo menos en Tijuana y Mexicali, se desempeñan principalmente en el sector de la construcción y en el servicio doméstico, en este último sobre todo las mujeres. Commuters, tanto hombres como mujeres, representaban en 2000, 5.7 por ciento de la población económicamente activa de Tijuana ( Escala y Vega, 2005, p. 152 ). Para 2010, representaban menos del 5 por ciento de la población económicamente activa en Tijuana y Mexicali ( Vega, 2016, p. 221 ). Su porcentaje ha disminuido en los últimos años y sus salarios son inferiores a los de quienes ya inmigraron permanentemente al país vecino del norte, aunque siguen siendo en promedio más altos que los ingresos de trabajadores locales ( Orraca, 2015a, p. 30 ).
Los commuters regresan continuamente a Estados Unidos para educar a sus hijos ( Chávez, 2016, p. 156 ), y de esta manera poder incentivar la expectativa de estos alumnos para participar ellos también en la economía más grande y con mejores salarios.
Finalmente, el cuadro 9 muestra las características étnicas de los estudiantes transfronterizos, con la novedad de que ahora se puede saber sobre la afrodescendencia de los connacionales, los cuales, están escasamente representados entre los universitarios transnacionales, al igual que la población de origen indígena. Cabe destacar que la frontera norte se ha nutrido durante varias décadas de la comunidad indígena, pero al igual que en el resto del país, para estos mexicanos es difícil acceder a la educación superior ( Velasco, 2010 ).2
Cuadro 9.
Elaboración propia con datos del Inegi (2015).
ESTUDIANTES TRANSFRONTERIZOS EN TIJUANA
Si bien los datos agregados son una excelente fotografía de la situación, existen matices que no se logran ver. Por ello, se entrevistó a siete estudiantes transfronterizos en Tijuana para llegar más lejos en la visión del fenómeno. Por ejemplo, la dimensión de los ingresos para pagar las universidades o lo complicado y estresante que es cruzar cotidianamente la frontera para ir a estudiar. A través de las entrevistas se puede ver claramente cómo interactúan las variables.
La posibilidad de estudiar en Estados Unidos, además del lugar de nacimiento y el ingreso, se puede explicar con tener familiares commuters, o incluso el aprovechamiento escolar. Denisse, nacida en San Diego, quien estudió en SDSU, que es una institución pública, no pagó nada por concepto de colegiatura, excepto cuando vivió por un año en el campus.3
Obtuve beca por mi excelente desempeño escolar. Salí de la universidad sin ninguna deuda. Mis ingresos familiares ascienden a 34 000 pesos mensuales, insuficientes para pagar las cuotas de la universidad. Me levantaba todos los días a las 4:30 de la mañana para cruzar la frontera, pues la fila es larga y no tenía SENTRI (Denisse, comunicación personal, junio de 2016).4
Vivir en San Diego es muy costoso para ella a pesar de que su familia tiene un alto ingreso, para los estándares en México, pues su padre trabaja en San Diego, por esa razón cruzó prácticamente a diario durante tres años. Al entregar constancias fiscales de que su padre era un contribuyente local, la universidad no le solicitó prueba alguna de residencia en California. Ella es un ejemplo de la mezcla de variables que posibilitan ser estudiante universitaria transfronteriza: su desempeño escolar, el tener un familiar commuter, saber hablar inglés, por haber nacido y cursado su educación básica en Estados Unidos. Para ella los costos de la universidad no fueron relevantes por su desempeño escolar que le permitió obtener becas; sin embargo, su testimonio sirvió para dimensionar los costos de los estudios universitarios en Estados Unidos. Los altos ingresos en su familia, para el estándar mexicano, no eran suficientes para poder rentar en San Diego y por eso ella cruzaba diariamente la frontera.
De la misma manera Martha, nacida también en San Diego, está becada en UCSD, universidad privada ubicada entre las mejores del mundo. A pesar de que la colegiatura y los gastos corrientes suman aproximadamente 27 000 dólares, ella no paga nada por la beca que le cubre incluso los alimentos. Su madre también trabaja en Estados Unidos. Ella vive ahora en San Diego durante períodos escolares, aunque no siempre fue así. Para Martha el recuerdo de su travesía para cruzar, sobre todo en la primaria, no es del todo grato.
Recuerdo que muchos maestros no aceptaban o no reconocían a los alumnos mexicanos
como iguales a los alumnos americanos, y si por ejemplo llegabas tarde por
culpa de tráfico o lentitud de cruzar la frontera, nos multaban, se puede decir, y
éramos castigadas muy frecuentemente (detención o no receso).
(Martha, comunicación personal, agosto de 2016)
La historia de Martha corrobora lo que se mencionó anteriormente, los estudiantes transfronterizos suelen ser ignorados o malentendidos, ya que muchos profesores blancos (mayoría de ellos en el estado de California, los profesores hispanos son minoría) están mal informados o no entienden de la cultura mexicoamericana que se conforma en la frontera ( CuevasEsquivel, 2015 ).
En la universidad, Martha ha tenido que presentar documentos fiscales de sus padres y demostrar su residencia en California. Su perseverancia por estudiar en el otro lado se debe a que considera a la universidad como muy buena y le permitirá trabajar en ese mercado laboral, lo que representa una oportunidad para crecer y triunfar dentro de su área de estudio. Del testimonio de Martha, vale destacar las vicisitudes de estudiar cruzando la frontera, levantarse muy temprano todos los días y aún así arriesgarse a ser sancionado constantemente por las demoras.
Alicia, quien considera horrible el cruce fronterizo, se encuentra en la misma situación. Ella estudia en un Comunity College, la institución educativa más barata en comparación con los costos de la universidad. Reporta ante esa institución educativa que vive en el área de San Diego, aunque comentó que cruza diario para llegar a la escuela. Ha tenido que entregar documentos de los ingresos de sus padres para seguir estudiando, aunque ninguno de sus padres trabaja en Estados Unidos. Tiene planes de pasarse a la University of California, Los Angeles (UCLA) y considera que saldrá con una deuda importante de la universidad, aunque ya consiguió 50 por ciento de beca.
Es horrible, te roba tiempo de tu día. Hacía más o menos como una hora para
llegar a mi escuela. Son 15 minutos de mi casa a la línea, más 20 minutos de fila,
gracias a que tengo SENTRI, de eso no me quejo, y después otros 20 o 30 minutos
para llegar a mi escuela sin tráfico. De regreso a mi casa, hago 45 minutos sin
tráfico y en horas pico 1 hora, 20 minutos. Un año no crucé en carro porque no tenía
y crucé a pie para tomar el trolley, y pues eso es pesado. Caminar por todos
lados con mochila y además trabajaba, entonces sólo fue tiempo perdido.
(Alicia, comunicación personal, agosto de 2016)
Sofía, otra estudiante transfronteriza, recuerda el cruce cotidiano con desagrado. Ella estudia en SDSU, le cuesta casi 4 000 dólares el semestre, no tiene beca y le piden documentos para comprobar su residencia en el estado, ella vive en Tijuana. También le han solicitado los documentos fiscales de sus padres. Comenta que su familia tiene un ingreso anual de aproximadamente 70 000 dólares.
Cuando cruzaba lo hacía muy cansada y estaba deprimida constantemente porque
no tenía tiempo para socializar, dependía del café y siempre tenía sueño. Era difícil
poner atención en clase, me dormía incluso manejando. Ha sido una vida llena de
retos y sacrificios. No me arrepiento, pero si me hubiera gustado haber disfrutado
más de mis años universitarios en organizaciones estudiantiles o teniendo más amigos.
Físicamente también he sufrido mucho. Me tocaba estar a las 4:30 de la mañana
en la línea de Otay cargando una mochila muy pesada. Ahora ya no puedo
durar parada con peso y tengo dolor de rodillas, más cuando manejaba mi auto
estándar.
(Sofía, comunicación personal, septiembre de 2016)
Cruzar la frontera diariamente para estudiar es un proceso complejo que implica un esfuerzo mayor, por levantarse más temprano, formarse en largas filas a pie o en auto, el estrés que provoca el ser escudriñado por agentes fronterizos, quienes tienen la consigna de detener el f lujo constante de contrabando (principalmente drogas) y restringir la entrada de indocumentados o de personas con visas de turistas pero que trabajan de manera indocumentada ( Chávez, 2011, p. 1330 ). La vigilancia militarizada de la frontera más transitada del mundo la convierte “en un espacio nervioso”, aquel que nadie puede usar cómodamente sin ser observado ( Bauman, 2011, p. 90 ). Todo esto además de demostrar que se es residente local para bajar los costos de la educación. Por el contrario, residir cerca de la universidad y eliminar tantos inconvenientes no cruzando la frontera constantemente, implica ingresos familiares muy altos.
La familia de Adán paga 24 000 dólares semestrales en la University of San Diego (USD), institución privada, cuyos costos se han incrementado con el tiempo. Él paga renta en San Diego en períodos escolares. Sus altos ingresos familiares de aproximadamente 250 000 dólares anuales, le han permitido sortear sus estudios prácticamente sin deudas. “Estoy orgulloso de mis raíces mexicanas y considero la educación en Estados Unidos como una herramienta necesaria para prepararme mejor en un mundo cada vez más competitivo” (Adán, comunicación personal, agosto de 2016).
De igual manera, Ángel, nacido en Tijuana, enfrenta costos promedio de 21 000 dólares semestrales, más una renta de 700 dólares mensuales, ayudado sólo con una beca de 7 000 dólares semestrales. “Mis padres han pagado la universidad y no tengo deudas. Prefiero estudiar allá por las oportunidades de trabajo en Estados Unidos” (Ángel, comunicación personal, agosto de 2016).
Por su parte Javier, con un ingreso familiar de 70 000 dólares anuales, reside en Tijuana sólo en tiempos de vacaciones, su familia paga alrededor de 35 000 dólares anuales en la universidad donde estudia en el estado de Illinois, pues no tiene beca actualmente. “Si mi familia no pagara, considero que saldría de la universidad debiendo como 160 000 dólares” (Javier, comunicación personal, agosto de 2016).
Estos son tres ejemplos de que los altos ingresos son factor que posibilita el estudiar en Estados Unidos de manera más cómoda, sin cruzar cotidianamente la frontera. Tener una alta posición económica aumenta la posibilidad de convertirse en estudiante transfronterizo, aunque no se haya nacido en Estados Unidos, se tenga un familiar commuter o se alcance un elevado desempeño escolar. Adán, Ángel y Javier pueden rentar cerca de la universidad en períodos escolares, situación que muchos no pueden costear.
En un mundo de líneas y compartimentos que ordenan nuestra vida diaria, algunos recursos hacen percibir a la frontera como más o menos infranqueable ( Newman, 2006, p. 1 ). El ingreso, como indicador del nivel socioeconómico, determina estos procesos de inclusión y exclusión. La frontera como contención segrega a las personas con base en ciertas circunstancias como las antes mencionadas. ¿Quiénes pueden y quiénes no pueden cruzarla en un principio?, ¿quiénes pueden y quiénes no pueden tomar ventaja de las situaciones que se presentan en ambos lados de la frontera, la educación entre ellas? y ¿quiénes y quiénes no, son parte de la ciudadanía transfronteriza?
Para Denisse y Martha, haber nacido en Estados Unidos, tener padres commuters, que demuestren pagar impuestos locales y su excelente aprovechamiento escolar, completan el esquema, que les ha permitido estudiar en California sin tener deudas. Para las cuatro estudiantes mujeres, ser universitarias transfronterizas, ha resultado complicado, estresante e incluso deprimente para una de ellas. Esta situación desaparece si se tiene una mejor situación socioeconómica, y este es el caso de los tres últimos estudiantes, quienes pueden rentar en donde se encuentra la universidad.
CONCLUSIONES
Como se mencionó anteriormente, no es propósito de esta investigación desarrollar una teoría propia de los estudiantes transfronterizos; sin embargo, se pueden adelantar algunos elementos que conformaran explicaciones de la realidad para poder teorizar al respecto. Como el ingreso, que estratifica y que segrega a la población, y de igual manera funciona al cruzar la frontera internacional. Concretamente, los altos ingresos permiten cruzarla cotidianamente y entre más altos son, las complicaciones relacionadas con el cruce desaparecen.
Cursar educación superior es complicado para muchos mexicanos y más aún para quienes desean hacerlo cruzando la frontera, sólo 1.1 por ciento de los nacidos en México se convierten en estudiantes transfronterizos. La pobreza ( Staudt y Méndez, 2010 ) o la violencia ( Orraca, 2015b ) impiden además de asistir a la escuela, tener un buen aprovechamiento escolar en ambos lados de la frontera ( Sharkey, Schwartz, Gould y Lacoe, 2014 ). Haber nacido en México y estudiar en Estados Unidos está condicionado principalmente por los altos ingresos, estos estudiantes transfronterizos tienen los ingresos más altos, incluso por encima de los nacidos en aquel país. Este grupo es parte de una élite económica, a la que las limitaciones de la frontera política afectan poco o nada. Sortean el cruce fronterizo, y rentan en períodos escolares. Tres estudiantes comentaron que pueden estudiar en Estados Unidos porque su familia tiene muy altos ingresos.
Para los nacidos en Estados Unidos que residen en México, también el ingreso es importante, aunque no es una condición necesaria, pues las becas por el buen aprovechamiento escolar son una opción; sin embargo, esta situación puede estar condicinada por el lugar de nacimiento y contar con commuters en la familia, que puedan demostrar que pagan impuestos locales. También, la residencia local ayuda a bajar los costos de la educación.
El debate por los recursos que se desvían por dar educación a quien no paga impuestos en Estados Unidos, busca culpables de manera ríspida y los encuentra en jóvenes y niños que cruzan la frontera para educarse. Seguramente la discusión se alentará por las condiciones en los nuevos escenarios de la arena política estadounidense.
De entre aquellos estudiantes transfronterizos nacidos en Estados Unidos, sólo el 14 por ciento estudia en primaria y 43 por ciento universidad en su país de nacimiento. Esto implica que la mayoría de los nacidos en dicho país, residentes en México, no estudian al otro lado de la frontera. Los costos de la educación, los ingresos familiares, el dominio del inglés, el aprovechamiento escolar e incluso el malestar del cruce continuo, son factores que los limitan en alguna medida.
La región transfronteriza, que se crea por los intensos intercambios en la frontera más transitada del mundo, tiene limitados traslados por motivos educativos. Los estudiantes universitarios de la Universidad Autónoma de Baja California en Tijuana, tenían escasas conexiones académicas y culturales con California, una de las regiones académicamente más activas del mundo ( Rocha y Ocegueda, 2014 ).
La interacción entre la política y el mercado educativo conforman lo que Newman (2006) considera líneas y compartimientos que ordenan nuestras vidas. A pesar de tener 22 años con uno de los tratados comerciales más importantes en el mundo, que ha eliminado barreras a la circulación de bienes y servicios, y también, en menor medida a la circulación de personas, siguen existiendo limitaciones políticas que, de manera unilateral, de norte a sur, impiden una mayor circulación de personas, sobre todo de quienes no tienen o no pueden comprobar ingresos estables. En la misma sintonía, al igual que en el resto del mundo, en la frontera el mercado estudiantil limita la membresía a las universidades a un grupo selecto que puede pagarlas. Si se considera la disparidad de las monedas, los costos de todas las universidades estadounidenses son inalcanzables para un muy amplio sector de la población en México. Sin embargo, como se anotó, el buen aprovechamiento escolar puede abrir las puertas de algunas universidades. La opción de cursar la licenciatura o parte de ella, cruzando la frontera, debe ser más explorada de manera institucional entre diversas autoridades de ambos países, así como el facilitar el cruce fronterizo a los estudiantes.
La oportunidad que abrió la Encuesta Intercensal 2015 permitirá explorar con más detalle preguntas que por ahora no se pueden responder, ver las diferencias y explicaciones entre las ciudades fronterizas. De esa manera se plantean nuevos escenarios y desarrollan nuevas investigaciones. En una región de f lujos constantes de personas, bienes y servicios, la educación transfronteriza, principalmente de sur a norte, coadyuva a generar una zona más competitiva en el orbe.