Introducción1
En la actualidad, los efectos de la globalización siguen transformando las relaciones sociales y comerciales en el mundo. La apertura de las economías a los mercados internacionales ha sido un proceso diferenciado en el continente americano, ligado a los sistemas políticos que incentivan un mayor contacto con los países vecinos, y que también mantienen interacciones con organizaciones no gubernamentales, tanto en Estados Unidos como Europa, como sucede en el caso de Bolivia. Este país sudamericano anualmente recibe miles de toneladas de ropa usada, que entra de manera legal e ilegal a través de la frontera con Chile. Es trasladada, para su venta, por más de 1 500 kilómetros por territorio boliviano hasta Puerto Quijarro, ciudad fronteriza con la localidad de Corumbá, Brasil. Estos cargamentos de prendas de segunda mano muestran un circuito de comercio transnacional, que si bien no en todos los casos opera en términos formales, es indudable el alcance que tiene desde una perspectiva social y cultural, así como los impactos económicos que deja a su paso la comercialización de este tipo de ropa en la región.
El comercio de ropa usada en la frontera entre Puerto Quijarro, Bolivia y Corumbá, Brasil, como se verá en este estudio, permite aproximarse a tres vertientes de análisis: el comercio de estas mercancías como efecto de los procesos de globalización en el continente y su impacto en contextos fronterizos; la articulación de redes de transporte, vendedores, compradores, contrabando hormiga y puntos de venta conocidos como ferias libres; y los diversos tipos de usuarios que se benefician de los cargamentos de estas prendas, ya sea por gustos estéticos particulares, como sucede con las personas que buscan ropas de marcas famosas; por el auge de la ropa vintage y el gusto por vestimentas de estilos clásicos o retro; así como un gran número de usuarios que ven en estas mercancías una oportunidad, económicamente accesible, para adquirir ropa de uso cotidiano.
Las ropas americanas, como se le suele llamar a este tipo de prendas en las ferias libres de Corumbá, es un nombre pertinente no sólo porque la mayoría de estos cargamentos llegan desde Estados Unidos a Sudamérica, sino por ser ropas que visten a hombres, mujeres, jóvenes y niños de diferente nacionalidad en el continente americano. De modo que la misma prenda que lució una adolescente californiana durante una temporada, al siguiente año puede vestir a una joven boliviana o brasileña en otra región del continente, revelando un complejo fenómeno de intercambio comercial y contacto cultural, articulado alrededor de un contexto fronterizo.
Este trabajo, desarrollado entre 2013 y 2015, es producto de varios componentes de información. Primero se realizaron entrevistas -la mayor parte de ellas grabadas- con comerciantes y consumidores bolivianos y brasileños que participan en la comercialización de ropa usada. Las entrevistas fueron recopiladas en portugués, español y portuñol. Una parte importante de esta investigación se efectuó a través de la técnica de observación participante. Las ciudades seleccionadas fueron Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, y Corumbá, Brasil, teniendo como objetivo central las ferias libres establecidas en ambas localidades.
La relación con los comerciantes bolivianos fue buena; sin embargo, algunas preguntas sobre cómo y dónde compraban las mercancías llegaron a causar incomodidad entre los informantes. Incluso, llegaron a pensar que los entrevistadores trabajaban para alguna oficina fiscal o de gobierno. También se obtuvo una colección de fotografías, tanto de comerciantes como de sus familias y del montaje de puestos y mercancías. Los principales puntos abordados en las entrevistas con los vendedores fueron sus motivaciones para dedicarse al comercio, las formas de adquisición y comercialización de sus productos, y el local de compra y venta de las mercaderías. A los consumidores se les preguntó sobre sus intereses de consumo, selección de vestimentas y la preferencia de las personas por las ferias y la frecuencia de compra.
El carácter etnográfico de este trabajo representa un valor importante. Este estudio buscó mostrar -además de la comercialización en sí y las relaciones trazadas para la manutención de ese comercio- el contacto establecido entre comerciantes y consumidores. En la medida de lo posible, se intentó establecer un contacto cercano con las vendedoras de ropa usada, superando actitudes o grados de desconfianza, así como compartiendo muchas acciones de su vida diaria.
Globalización, fronteras, comercio formal e informal
La globalización se consolida a partir de la década de I960, produciendo grandes transformaciones en diferentes áreas de la vida social, comunicación, economía, servicios y transportes, así como modificando de modo acelerado la cotidianidad de las personas en todas las partes del mundo (Albagli, 1999). En este sentido, Haesbaert y Limonad (2007) han contribuido a comprender cómo la globalización no es homogénea en todos los contextos, sino que se instaura en puntos selectos del planeta y genera procesos de inclusión y exclusión de los sujetos en sus relaciones interpersonales y dinámicas económicas.
De igual modo, otros matices conceptuales para la comprensión de la globalización distinguen los procesos de internacionalización y mundialización, explicando que la globalización se refiere "más a los procesos económico-tecnológicos", mientras que la mundialización o internacionalización pertenece más a "los procesos de orden cultural" (Haesbaert y Limonad, 2007:41), lo que permite mostrar las transformaciones no sólo económicas, sino en cuanto a los sistemas sociales y cambios culturales que se dan a causa de la globalización y sus efectos en la vida cotidiana de las personas.
Este fenómeno adquiere dimensiones particulares en los contextos fronterizos, donde dichos procesos se articulan de un modo más visible. Ejemplos de ello se pueden encontrar en el continente americano, como en los casos de la Triple Frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina en el Cono Sur; la zona limítrofe entre Colombia y Venezuela, o también en la frontera entre México y Estados Unidos. En este sentido, para Almeida (1993), los territorios nacionales, por su capacidad de interconexión con otras naciones, acaban siendo influidos por la economía internacional, la cual se inserta en las dinámicas locales de los territorios y genera tensiones. Incluso, en ciertas situaciones, la necesidad de adaptarse a las dinámicas de la economía global, o de transformarse para estar acorde con éstas, provoca conflictos debido a que estas dinámicas siguen otras temporalidades distintas de los tiempos locales.
Por otro lado, en el caso particular de las redes que se gestan al interior de los procesos de globalización, éstas se constituyen como medios en los que se manifiestan y desenvuelven diversos tipos de flujos (Lisboa, 2008). En las redes hay elementos fijos y variables que posibilitan la existencia de movimientos en el territorio. También pueden ser conceptuadas como sistemas que integran recursos, agentes y actividades (Caravaca, González y Silva, 2005), resaltando que, a través de ellas, se transportan no sólo objetos y mercancías, sino información y agentes a diversas localidades geográficas (Pereira y Peduti, 2006).
Para Caravaca, González y Silva (2005:6), gracias a las redes, nuevas tecnologías y transformaciones en la lógica productiva y el desarrollo de la comunicación y del transporte "Han provocado una creciente densificación de flujos de productos, personas, capitales, tecnologías y conocimientos entre establecimientos, empresas, sectores y territorios", y han dado lugar a la creación de redes bastante complejas. Por ende, la globalización y las redes se hacen presentes en todos los espacios geográficos y los dinamizan en función de los cambios tecnológicos en el ramo de la producción y el intercambio de información (Machado, 2005), por lo que también, a partir de la comunicación, las redes se expanden a otros sectores sociales y a una gran variedad de los espacios mundiales, como sucede en el continente americano.
Debido a la aceleración que incentiva la globalización, las redes y los actores involucrados tienen acceso a diferentes tipos de servicios y productos. Estos bienes llegan a las localidades más distantes en el mundo, aunque se no sea de forma igualitaria (Muller, 2005). Por ende, en el caso del comercio de ropa usada en el continente americano, algunas de sus fronteras actúan como corredores en el paso de estas mercancías, insertándose en redes globales a través de los acuerdos de cooperación entre países vecinos, convenios que transforman los modos de vida de los actores fronterizos por la circulación de productos made in China, el comercio global de vestido de segunda mano, entre otros productos, o mercancías que cruzan, de manera visible e invisible, las fronteras geopolíticas.
De modo que es a través de la globalización y, por consiguiente, las redes complejas que este fenómeno posibilita, que lo global ejerce influencia sobre lo local, y viceversa. Si a esto se añade la dimensión fronteriza y su articulación en este proceso, encontraremos que, en dichos contextos, la globalización adquiere características ubicables en los procesos económicos, sociales y culturales, algo que es posible identificar en el comercio y contrabando de ropa usada, donde las modas, estilos y vestuarios atraviesan por importantes cambios.
De esta manera, el comercio informal, las fronteras y los mercados populares al aire libre se encuentran relacionados con las redes y la globalización, lo mismo en países de América Latina y el Caribe que en aquéllos del sudeste asiático, Rusia o el norte de África. Estas prácticas comerciales se hacen cada vez más visibles, tal como lo demuestran Mörtenböck y Mooshammer (2015) en el libro Informal Market Worlds: Atlas. The Arquitecture of Economic Pressure, en el cual se reúne una gran cantidad de estudios que confirman el impacto del comercio informal en todas las ciudades globales y cómo estas mercancías son consumidas por todas las clases socioeconómicas. También es posible observar lo anterior en los populares camelódromos en Río de Janeiro, Brasil, los swap meets o mercados sobre ruedas en la frontera Tijuana-San Diego y los dajabón markets en la frontera entre República Dominicana y Haití, entre muchos más.
Por otro lado, los estudios sobre globalización, particularmente en las últimas dos décadas, han resaltado aquellos procesos económicos de base que se articulan a la economía internacional mediante distintas dinámicas y procesos. Este hecho ha quedado plasmado en estudios como los de Lins (2012), con su trabajo sobre la globalización popular y el sistema mundial no hegemónico, donde se profundizan los tenues matices entre lo legal y lo ilegal en el comercio de la piratería o el impacto del comercio informal a escala mundial. De igual modo, este mismo autor fue uno de los coordinadores del libro Globalization from below. The World's Other Economy (Mathews, Lins y Alba, 2012), obra publicada simultáneamente en Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos, que reúne 12 estudios situados en diferentes ciudades del mundo, donde las redes de comercio informal transforman las dinámicas económicas regionales a nivel global, destacando la dimensión transfronteriza que caracteriza a este fenómeno y las diversas prácticas, rutas, fronteras y actores involucrados. Tanto el estudio introductorio como el capítulo de conclusiones, a cargo de los coordinadores, hacen converger discusiones teóricas y aproximaciones metodológicas que ayudan a una mejor comprensión de lo que se entiende por globalización desde abajo y los múltiples efectos que este tipo de globalización genera en la vida cotidiana de las personas.
Por otro lado, Tarrius (2007), en su libro La mundialización por abajo. El capitalismo en el arco del Mediterráneo, reúne estudios en los que detalla cómo las experiencias migratorias de personas originarias del norte africano que circulan en ciudades de España y Francia ejercen su influencia en los mercados y dinámicas económicas a través del comercio informal o la venta ambulante, articulándose a redes de comercio globales, particularmente en la región magrebí del Mediterráneo. Aunque estos autores no son los únicos dedicados al estudio del fenómeno que pudiera denominarse como globalización desde abajo, contribuyen a la comprensión sobre cómo los actores y las dinámicas locales se encuentran relacionados con la economía internacional.
De este modo, la globalización se hace presente en el circuito del comercio informal, acelerando la producción y distribución (mercancías fabricadas en amplia escala con maquinaria y el rápido transporte nacional o transnacional) y alimentando los flujos (traslado de personas y/u objetos, proporcionado por el transporte de los productos). Estas cadenas de mercancías están insertas en una dinámica económica continental que mueve a una amplia región mundial y donde el comercio informal se torna cada vez más intenso.
Dentro de las categorías existentes de f lujos subalternos, como los estudiados por Brandão (2009:238), en donde también podría situarse al comercio informal de ropa usada, los productos fabricados en China son identificados como marginales y clandestinos, ya que "no son, necesariamente ilegales, ni exactamente minoritarios [...] mas colocan en movimiento objetos, personas y valores que se desplazan en los flujos de primera línea [hegemónicos]". Por otro lado, también se les considera clandestinos, pues "comprenden f lujos los cuales, por ser ilegales o condenados desde el punto de vista moral, sólo pueden funcionar clandestina mente: las redes de pornografía, el contrabando" (Brandão, 2009:238). Algunos de los productos que este autor identifica como f lujos subalternos son maquilados en China y Taiwán, distribuidos por el mundo como mercancías de baja calidad, valor y utilidad, dado que en muchos casos son copias baratas de marcas -como Louis Vuitton, Michael Kors, Coach y Chanel, entre otras- ya consagradas y prestigiadas por consumidores más exigentes. De esta forma, los f lujos que giran en torno de esos objetos "Se asocian a la circulación de personas (los portadores de objetos) y de valores (estéticos, económicos, culturales y afectivos) implicados" (Brandão, 2009:239). Así, estas mercancías están imbricadas en las identidades de los actores insertos en ese circuito global, constituyendo también ideologías y estilos de vida, según el contexto geográfico adonde arriben. Estas mercancías sólo son parte de un extenso proceso que sobrepasa el mundo en los pliegues de formal/informal, legal/ilegal e ilícito, situación que también se hace extensiva a productos como la ropa usada, que es recibida en calidad de donativo por empresas o tiendas especializadas en países como Estados Unidos, Canadá o Inglaterra, y revendida en esos mismos países o en sitios lejanos a miles de kilómetros de distancia, como sucede en diferentes ciudades del continente americano.
En cuanto a la expansión de las mercancías producidas en Asia,2 y de modo particular las de China hacia Sudamérica, el boom de producción se dio a partir de 1980, en especial aquéllas provenientes de la provincia china de Guangdong, en la región sur de este país. A partir de entonces, y principalmente en la década de 1990, Brasil pasó a importar tales productos en los mercados populares y en el comercio de calle de forma general. Anterior a esto, dichos lugares giraban en torno de la venta de alimentos y artesanías.
Para llegar al país, gran parte de estas mercancías son importadas por inmigrantes árabes y chinos desde Paraguay. Los revendedores con domicilio brasileño atraviesan la frontera hacia Brasil y las llevan consigo por medio del contrabando hormiga (Pinheiro-Machado, 2008; Pinheiro-Machado y Leitão, 2010), modalidad en la cual se da el transporte continuo de pequeñas cantidades de productos, hasta alcanzar una dimensión masiva. Por otro lado, en conexión con las redes migratorias y comerciales estudiadas por Tarrius (2007) en el sur europeo, es posible decir que estas mercancías ejercen influencia en la vida de las personas responsables de los flujos, como, por ejemplo, a través de procesos migratorios, viajes internacionales de comerciantes -tal como sucede con los revendedores brasileños en Ciudad del Este, Paraguay- con el contrabando hormiga, y también como ocurre principalmente en regiones de fronteras, como Brasil-Paraguay, Brasil-Bolivia e incluso en otros puntos del continente, como se lleva a cabo en la frontera entre México y Estados Unidos.3
El inmenso mercado de la Triple Frontera entre Paraguay, Brasil y Argentina es un ejemplo de lo que es llamado espíritu emprendedor, establecido por pequeños y grandes comerciantes, lo que dio lugar a una tenue línea entre la legalidad e ilegalidad por los productos y mercancías que hacen circular. En efecto, como ha sido planteado por Grimson (2000:3): "En las fronteras la tensión entre legalidad e ilegalidad es parte constitutiva de la vida cotidiana. Las transacciones comerciales entre las poblaciones son consideradas muchas veces como 'contrabando' por los Estados, mientras es la actividad más natural para la gente del lugar".
Por lo tanto, las dinámicas asociadas al comercio informal alteran la vida de las ciudades y construyen el sentido de vida individual y colectiva de los moradores, donde un gran sector de la sociedad está directa o indirectamente relacionado con este tipo de comercio. Sin embargo, en las ciudades fronterizas, estos procesos se tornan más dinámicos y expresan contrastes y asimetrías entre las sociedades, situación que se vuelve más palpable en los mercados al aire libre y en prácticas afines, como es el comercio ambulante en estas regiones estudiadas.
En relación con este último, Costa (1989:18) afirma que es "ejercido en el espacio público, escapando de las reglas del comercio oficial, independiente de su mayor o menor permanencia en un determinado espacio"; es decir, toda esta actividad se configura por la movilidad espacial de los vendedores, quienes pueden llevar en el cuerpo sus mercaderías o equipamientos y están en constante movimiento; o bien, que conducen sus productos con el auxilio de vehículos, e incluso poseen equipamientos removibles y desmontables (Pamplona, 2004). Particularmente, el comercio ambulante de ropa usada, así como los comerciantes que se dedican a ello en los camelódromos, como son conocidos estos espacios en São Paulo y Río de Janeiro, están insertos en los procesos de globalización en su manifestación más local y cotidiana. Por ello, el uso y apropiación del espacio urbano por vendedores ambulantes y otros comerciantes, como en las ferias libres, configuran importantes cambios sociales entre las ciudades, de modo que el comercio informal de ropa usada en ciudades fronterizas como Puerto Quijarro y Corumbá ocurre a partir de múltiples actores y modalidades que acompañan procesos de globalización, anclados en dinámicas locales, pero circunscritos a procesos económicos mundiales.
Las ciudades fronterizas de Corumbá, Brasil, y Puerto Quijarro, Bolivia
Después de la Guerra del Pacífico (1879-1883), las relaciones diplomáticas de Brasil y Bolivia se concentraron en trazar, para la parte boliviana, un acceso al océano Atlántico. Eso significaba la oportunidad de contar con dos salidas marítimas: una a la parte Amazónica y otra a la Bahía Platina. Corumbá significó para Bolivia un punto de conexión estratégico. Sin embargo, existían pocas localidades urbanas en la frontera boliviana. El trazo de la vía férrea de Corumbá a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, significaría un momento de expansión brasileña en dirección al oeste boliviano, así como una salida de petróleo y gas boliviano hacia el exterior. No fue sino hasta 1955 cuando esta vía férrea fue inaugurada, y con ello se abrieron nuevas oportunidades comerciales de intercambio (Esselin, Machado y Machado, 2012:147-151).
Históricamente, las relaciones de Corumbá con el lado boliviano de la frontera: Puerto Quijarro, eran estratégicas y militares hasta 1970, cuando la frontera significaba sólo el límite del territorio brasileño. Respecto de ello, Machado (2005:381) afirma: "La seguridad militar ahí localizada, estaba sometida a la lógica intransigente de la preservación y no de la expansión".
A partir de 1980, la frontera Brasil-Bolivia adquiere un carácter comercial e impulsa las relaciones sociales y económicas de las regiones de Corumbá y Puerto Quijarro. Ambos factores permitieron la expedición del programa de incentivos del Banco Mundial a la región de Santa Cruz, Bolivia. Ello generó una reconducción productiva y reanimó las inversiones en el comercio, la industria y la agricultura en Santa Cruz, así como la pavimentación de la BR 262 en el trecho Miranda-Corumbá en Brasil (Machado, 2009). Todo ello significó una mejor comunicación carretera y fomentó un mayor nivel de transacciones comerciales entre ambos países.
A lo largo de casi medio siglo, el impulso a las relaciones económicas en la frontera Brasil-Bolivia estableció vínculos sociales, culturales y comerciales, caracterizados principalmente por su funcionalidad. Éstos fueron tejiendo conexiones entre dos sociedades alejadas de sus centros políticos. No obstante, la efervescencia de Corumbá fue perdiendo terreno, y su ritmo de crecimiento demográfico se volvió lento. Actualmente, tiene una población cercana a los 100 000 habitantes, mientras que del otro lado de la frontera, en territorio boliviano, Puerto Quijarro cuenta con alrededor de 20 000 habitantes. Junto con Puerto Suárez son puntos de conexión para el comercio, la venta de servicios y el contrabando de todo tipo de productos.
El despegue comercial de estas dos localidades bolivianas tuvo lugar a inicios del siglo XXI en un proceso de expansión de las mercaderías made in China. De igual modo, esas dos pequeñas ciudades quedaron conectadas con otras importantes ciudades bolivianas por vía férrea, carretera y aérea. Además, Puerto Quijarro estaría conectado por navegación o vía fluvial, por lo que sería declarada como capital portuaria de Bolivia y registraría un gran crecimiento poblacional, con pequeñas y modestas viviendas, calles sin pavimentar y centenares de autos irregulares.
A cinco kilómetros del centro de Corumbá se localiza la garita fronteriza, vigilada por una pequeña partida de agentes de migración y aduanas. Esa garita aparece como un punto de cruce muy particular. Aunque para entrar en territorio boliviano se requiere un permiso de internación, la mayoría de brasileños cruza esta frontera sin recurrir a dicho proceso. El problema es quizá cuando un extranjero quiere marcar su entrada en ese territorio, sellar su pasaporte o conseguir un permiso para internarse, por más tiempo o distancia, en otras zonas de Bolivia; los trámites se caracterizan por ser difíciles y representan una pérdida de tiempo para los visitantes. Mientras que del lado brasileño la vigilancia de la frontera es mínima; sólo un par de agentes aduanales hacen la tarea de una aparente revisión de pasajeros y vehículos, bajo la idea de que ninguno de ellos sea inspeccionado.
Cruzar la frontera de Corumbá y Puerto Quijarro es algo relativamente sencillo. A unos pasos de la garita comienzan los comercios establecidos, así como decenas de puestos callejeros de diversos productos. Más adelante de ese primer perímetro quedan grandes tiendas, llamadas shopping China, en las que se ofrecen cigarros, alcohol, perfumes y productos electrónicos como computadoras y televisores. Desde 2014, dichas tiendas lucen casi vacías; la caída de la paridad cambiaria del real brasileño frente al dólar estadounidense hizo que muchos de esos productos cambiaran sensiblemente de precio.
En las ciudades fronterizas de Corumbá-Puerto Quijarro, los actores sociales interactúan desarrollando un amplio intercambio comercial entre ellos, cuyas restricciones se encuentran volcadas hacia las legislaciones pertenecientes a cada una de las dos naciones, principalmente la brasileña. Por ejemplo, los productos made in China son considerados contrabandeados y prohibidos por la recaudación fiscal brasileña.
La frontera es transformada por los actores involucrados y se compone de elementos fijos y dinámicos: sus habitantes, los visitantes, las mercaderías, todos ejercen influencia en la constitución de nuevos territorios, organizando y reorganizando espacios conforme a sus intereses, ideologías y su percepción de sí mismo y del otro, operando por relaciones de cambio y de poder, en las que la sumisión del otro muchas veces acaba por estigmatizar su identidad.
La frontera de Corumbá y Puerto Quijarro se identifica por las relaciones comerciales informales que operan en ella. El comercio informal es responsable de la sobrevivencia de muchos actores (brasileños y principalmente bolivianos), estableciendo intercambio social, cultural, comercial y económico entre ellos. Los flujos, en el caso comercial, son generados por el intercambio en macronivel que envuelve agentes de otras localidades geográficas que conforman las redes comerciales, configurando y reconfigurando los territorios y transponiendo las barreras físicas y culturales (Marques, 2007).
Es relevante reflexionar acerca de los productos que circulan en las ciudades fronterizas, porque no todo lo que se clasifica como informal entra en lo ilegal. Por ejemplo, no pertenecen al mismo campo el comercio de ropa usada y el tráfico de drogas, ambos presentes en Corumbá. En el caso del contrabando, al tratarse de poblaciones de las regiones fronterizas, en muchos casos no es percibido por ellas como práctica delictiva. Algunas mercancías son vistas como contrabando, por ejemplo, productos electrónicos como son los discos compactos (CD) y videodiscos (DVD), mientras que los artículos de higiene y alimenticios industrializados no lo son. Al respecto, Abinzano (2005:120) señala que:
Quien estudia las fronteras sabe que para las poblaciones locales el contrabando no es percibido como un delito. Todos, sin importar la clase social, la profesión, actividad o educación, transgreden aunque sea en forma mínima las leyes aduaneras. Cortar esa actividad en forma absoluta sería una catástrofe para miles de personas que practican un contrabando hormiga. El gran contrabando siempre encontrará en nuestras inmensas y casi incontrolables líneas de frontera los pasos necesarios para su accionar.
Por ello, Abinzano (2005) propone que tanto la imposición de las leyes por las aduanas, así como la transgresión de ellas por los actores sociales, se deben a que esas prácticas de contrabando no siempre son percibidas como ilegales por las poblaciones fronterizas, lo cual va a depender de las características socioeconómicas y culturales (nivel de escolaridad, estatus social y profesión, principalmente). Otro punto variable se refiere al tipo de mercancías, siendo una práctica cada vez notable la importación y venta de ropa usada.
A partir de esta última se desarrolla el comercio global, fuertemente arraigado en esta región fronteriza. La ropa usada es reunida por organizaciones no gubernamentales (ONG) norteamericanas y europeas, y su recaudación tiene como objetivo, en un principio, la capacitación profesional, generación de empleos -particularmente de jóvenes- y programas para personas con necesidades especiales. Estas ONG Se ubican en diferentes países, principalmente anglosajones, en algunos de los cuales han permanecido por más de un siglo (Hansen, 2004a). Como se mencionó anteriormente, ropas americanas, como son conocidas en la frontera Brasil-Bolivia, es una denominación que se debe a que muchas de ellas se importan desde Estados Unidos antes de llegar a los países de América del Sur. Sin embargo, son producidas en diversos países como Tailandia, Hong Kong, Bangladesh, Honduras, Colombia o Haití.
De acuerdo con Baden y Barber (2005), en el contexto global, las donaciones proceden de países como Estados Unidos, Alemania, Canadá, Bélgica y Holanda. Son entregadas a grupos o instituciones de caridad (ONG), quienes se encargan de revender parte de los donativos o distribuirlos a bancos de colecta (cajas colectoras). Estos grupos envían las mercancías a mayoristas en plantas de reciclaje textiles, en las cuales son separadas y clasificadas en fardos o pacas (Hansen, 2004b). Posterior a ello, se produce el envío de los productos a los países receptores a través de contenedores, tanto por vía terrestre como marítima.4 Algunas de estas pacas llegan a las ferias libres de la ciudad fronteriza de Corumbá, tras pasar por los puertos chilenos de Arica (importación legalizada) e Iquique (importación no legalizada), principalmente. Además, según el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (2005), se internan en Bolivia y llegan a La Paz, Oruro, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra y Puerto Quijarro. Posteriormente, por la vía del contrabando hormiga, son introducidas en el lado brasileño de la frontera, realizando un recorrido terrestre o ferroviario de poco más de 2 000 kilómetros.
Todo el proceso de envío, transporte, higienización y reciclaje de las mercaderías es acelerado debido al fenómeno de la globalización.5 En Corumbá, el espacio del comercio fue denominado en portugués brechó fronteiriço.6 Aquí se puede encontrar una amplia variedad de productos: ropa (femeninas y masculinas, adultas e infantiles); peluches y juguetes; bolsos, mochilas y zapatos. Una parte de estos productos se distinguen por tener marcas internacionales prestigiadas, como Nike, GAP, Banana Republic, Victoria's Secret, Old Navy, entre otras. Todas ellas se pueden adquirir a bajo costo en los mercados de las ferias libres.
Las ferias libres: desusos y reúsos de la ropa usada
Dentro de las ferias libres se dan procesos de sociabilidad entre los actores locales y apropiación del territorio. Surgen en el siglo IX en Europa, a fin de suplir la necesidad de la población, y se desarrollan dentro de los mercados locales (Cuellar, Pinto y Pinto, 2013), mientras que en Brasil -específicamente en Río de Janeiro- se originaron a finales del siglo XIX y principios del XX con la reforma de Pereira Passos. A partir de las modernizaciones traídas por dicha reforma, aparecieron las ferias libres como "efecto decorativo" que caracterizaba los trazos modernos urbanos (Mascarenhas y Dolzani, 2008:76).
No obstante, entre 1920 y 1960 hubo numerosos cierres de pequeños comercios en Río de Janeiro, debidos a la expansión de las ferias libres. En contraste, a principios de la década de 1960 se establecieron grandes supermercados en la ciudad, incentivados por enormes redes de empresarios. Estos establecimientos crecieron de modo acelerado, dentro y fuera del país, gracias al apoyo del gobierno (Mascarenhas y Dolzani, 2008).
En 1970, debido a la aprobación del Primer plan nacional de desarrollo (PND), 1972/74 (Gobierno Federal de Brasil, 1971), que propiciaba, entre otras metas, la expansión de las redes de supermercados (o autoservicios), las ferias pasaron a ser vistas como formas retrógradas de menudeo: "[...] la feria libre, una vez símbolo de la modernidad, implantada por el propio poder público, es ahora su hijo bastardo" (Mascarenhas y Dolzani, 2008:78). De esa forma se crearon constantes intervenciones gubernamentales en los espacios públicos de las ferias libres. En la década de 1970 ocurrieron diversos conflictos entre las ferias y los supermercados:
Es importante recordar que el conflicto entre los vendedores de feria y los supermercados, no se restringió a las esferas económica y jurídico-política. En el plano imaginario se recrearon las ferias libres como territorios de desconfort, de lo informal, del trastorno, del atraso, del ruido y suciedad en las calles, en tanto los supermercados son masivamente representados como portadores de lo nuevo, lo bello, el confort, del american way of life (Mascarenhas y Dolzani, 2008:79).
Actualmente, prevalece la visión de las ferias como una forma de comercio inferior, cuyos consumidores pertenecen a las esferas más bajas y en las que los comerciantes mantienen formas rudimentarias de producción, poca higiene en sus productos agrícolas y bajos avances tecnológicos en sus plantaciones. Hay un preconcepto de atraso, que a lo largo de los años ha perdurado en torno de ellas. En contraste, las ferias libres también componen parte del patrimonio cultural de muchas ciudades brasileñas, constituyentes de identidad de los sujetos que ahí existen, quienes cargan la memoria del espacio físico en que están insertas las acciones, vivencias y emociones, la construcción y reconstrucción del ambiente: "Las ferias libres proporcionan al imaginario popular un universo de proximidades, de figuras, de encantamiento, de rechazo y confusiones de fronteras. Ellas ofrecen una inmersión en un ambiente de sonidos extraños, gestos, imágenes, personas, animales y cosas" (Minnaert, 2008:130).
No es posible saber con certeza el origen de las ferias libres de la ciudad de Corumbá, de la cual existen pocos registros. Algunas de ellas fueron formadas por medio de liberaciones por permisos oficiales, conforme lo señalan Cuellar, Pinto y Pinto (2013). En tiempos más actuales, se constituyen por vendedores, en su mayoría, de nacionalidad boliviana, y un gran número de consumidores que viven en la ciudad de Corumbá, pero también reciben turistas de diferentes localidades de Brasil y Bolivia.
La dinámica de la vida en las regiones fronterizas trasciende los dogmas del Estado, que muchas veces se encuentra con las imposiciones establecidas por esta dinámica. A partir de ésta se pueden pensar las relaciones comerciales informales realizadas por los bolivianos en la ciudad fronteriza de Corumbá, las cuales se desarrollan en diferentes espacios, sean éstos calles, puertas de los establecimientos comerciales de las principales del centro, tiendas improvisadas, tales como locales de comercios desactivados o garajes de residencias, rentadas temporalmente en diferentes barrios de la ciudad, y en las ferias libres itinerantes realizadas a lo largo de la semana.
Como se ha referido antes, el comercio de artículos usados, que se ha constituido como parte de un mercado global, atraviesa por condiciones de legalidad e ilegalidad en los países donde se inserta y depende de las leyes vigentes y los actores que intervienen en las localidades geográficas en donde se desarrollan.
Las ferias libres itinerantes ocurren a lo largo de la semana en diferentes barrios de la ciudad de Corumbá (Cuadro 1). La feria de mayor movimiento y extensión en esta localidad se realiza los domingos. Se caracteriza por su gran extensión, ocupando casi tres cuadras en línea recta de una calle en el centro urbano, entrecortada por tres calles paralelas. Si bien estas ferias libres cubren varias partes de la ciudad, una de ellas se realiza de manera nocturna para atender otro tipo de necesidades de la población. En estas ferias se encuentra una gran variedad de productos comestibles industrializados, tales como refrescos, latas de atún y sardinas, así como hortalizas frescas y frutas producidas en pequeños huertos bolivianos. De igual modo, se hacen visibles los productos made in China, como juguetes y productos electrónicos (videodiscos, discos compactos, bocinas, entre otros). Sin embargo, en años recientes se ha hecho visible la proliferación de venta de ropa usada. La mayor parte de los puestos son propiedad de bolivianos fronterizos, en su gran mayoría, pertenecientes a un mismo grupo familiar.
Cruzar la frontera todos los días es parte de la rutina cotidiana de estos comerciantes bolivianos. Se despiertan a las 3:00 de la mañana para preparar su mercancía y partir hacia Corumbá. El cruce fronterizo a esa hora se caracteriza por la nula o escasa presencia de agentes aduaneros. En punto de las 4:00 comienza el montaje del puesto y el acomodo de mercancía. Tras un ligero desayuno, inicia la espera de la llegada de los primeros clientes. Existen compradores que acuden temprano a estos puestos para seleccionar ropa, zapatos o bolsas usadas, que pronto formarán parte de su vestuario o el de sus hijos, buscando siempre que la ropa seleccionada sea acorde con el clima tropical húmedo de esa zona. Por lo general, a partir de la 1:00 de la tarde inician las labores de partida, se recoge el puesto y se regresa a sus hogares en Puerto Quijarro, cruzando la frontera con un mayor flujo de vehículos y pasajeros.
Los puestos de las ferias libres son atendidos generalmente por mujeres bolivianas. La ropa usada que venden es comprada en fardos o pacas de 45 kilos en las ciudades de Oruro y Santa Cruz de la Sierra. Los precios de estas mercancías son tasados en dólares y el tipo de producto se divide en primera y segunda clase.
Un comerciante de ropa usada en Santa Cruz de la Sierra mencionó lo siguiente acerca de dónde compraba su mercancía: "Yo mayormente traigo [...] de la ciudad de Oruro. Y [...] los de Oruro traen mayormente por Chile; la ropa americana viene en pacas o bloques. Primero llega de Europa o Estados Unidos al puerto de Iquique, Chile. Y por camionadas llega a Oruro, y de ahí nosotros vamos a traer la mercancía" (Pablo, entrevista, 2015).
Los comerciantes de ropa usada pueden clasificarse en dos tipos: los minoristas entrevistados provienen de Oruro y Cochabamba -o refieren estas ciudades-, en tanto que los mayoristas de Santa Cruz de la Sierra constatan que su trayecto de compra parte de la zona oeste al este, atravesando La Paz, Oruro, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra y Puerto Quijarro.
Sobre el estado de conservación de las ropas, Lola, una vendedora, comenta: "No, no, no todas son usadas; vienen nuevas las ropas. No son como lo ven algunos que dicen [...] usadas. Vienen éstas de otros países, puede decirse, de diferentes países. Estas ropas [...] vienen con etiquetas, muchas veces como nuevas" (Lola, entrevista, 2015).
La ropa de marca despierta la atención de los compradores y vendedores que identifican las etiquetas de tiendas famosas y reconocen que si esas prendas se compraran nuevas o en un centro comercial, tendrían un valor más elevado. Las consumidoras de clases media y media alta visitan las ferias libres de Corumbá entre seis y siete de la mañana para no ser vistas o evitar el congestionamiento cuando llegan más compradores por productos básicos u otras mercaderías. Lo cierto es que se constata que muchos compradores de ropa usada esconden o buscan ocultar su condición de consumidor de productos usados. Por eso algunos de ellos prefieren cruzar la frontera para ir a comprar a las casas de los vendedores de ropa.
Aunque los productos son relativamente baratos, muchos compradores piden descuento en las prendas que adquieren, como señala una de las vendedoras entrevistadas: "El descuento se les da. Lo que se busca es que el cliente se vaya contento y regrese por más prendas" (Anónimo, entrevista, 2015).
En una feria libre de Corumbá puede haber hasta 30 puestos ofreciendo ropa usada. Algunos la presentan colgada en ganchos; otros la exhiben sobre una mesa y otras personas más la colocan en el suelo sobre una pequeña manta. Cada comerciante o feriante, como se les suele denominar, ofrece sus mercancías usando el portuñol, el cual sirve como vehículo o medio de comunicación.
En el contexto de las ciudades de Santa Cruz de la Sierra y Corumbá, se observó que gran parte de los comerciantes son mujeres y el comercio es administrado por los miembros de la familia: mamá, papá y, en algunos casos, hijos. Las mujeres ejercen el comercio, mientras que los hombres se encargan de transportar las mercancías, montar puestos y, si fuese necesario, cuidar a los niños más pequeños. Todo ello ha implicado una nueva negociación al interior de las familias, según lo explicado por ellos.
La relación entre el consumo y las vestimentas que aquí son adquiridas es parte de la relevancia de estas ferias, en las que cobra particularidad la afluencia de jóvenes de clase media que cruzan la frontera boliviana para ir a comprar a las casas de los comerciantes y seleccionar exclusivamente cierto tipo de ropa.
Las marcas de las prendas ofertadas hacen la diferencia de precios de esas mercancías, pues el comprador reconoce que si éstas fueran nuevas y adquiridas en una tienda shopping, triplicarían su valor. Los consumidores que frecuentan las ferias libres pertenecen a diferentes estratos sociales, lo que significa que la motivación al consumo no necesariamente está relacionada con el poder adquisitivo, pese a la visión social que se tiene de estas ferias.
La ropa, sea cual sea su condición o calidad, al caracterizarse como signo trae por sí misma varios significados que se relacionan con diversas emociones y etiquetas socialmente establecidas. Inspiran al sujeto a elegir el posicionamiento en el conjunto de significados que se asocian a la cultura, los cuales varían desde la rebeldía, hasta la exaltación individual. De acuerdo con Sant'Anna (2009), la principal potencialidad del vestuario se basa en su capacidad de completarse al cuerpo, expresada en las sensaciones percibidas por el usuario. En este sentido, el cuerpo es el mensaje que carga características físicas que lo diferencian de los otros cuerpos (Davis, 1979).
En esta misma línea, Sant'Anna (2009) también argumenta que el guardarropa es un ambiente donde hay diferentes tipos de signos. El consumo está dotado de significados. Según la autora, se debe a que son distintos los sujetos de la acción (objetos de consumo) y el discurso (publicidad). Por lo tanto, ambos se complementan a fin de la existencia y desempeño del consumo, vinculado a cuestiones de género, clase, ideológicas, entre otras. Hay toda una relación en cuanto al vestido e identidades: la ropa, insertada en la moda, crea comportamientos que imponen identidades y posibilitan la afirmación de las identidades sociales más latentes en los individuos (Crane, 2006).
Las ropas de segunda mano son adquiridas por diversas razones, por medio de actores de clases sociales diferentes: los comerciantes, atentos a los sectores que ofrecen más demanda (vestidos, bolsos, etc.), siempre renuevan los stocks de ropa con productos de primera y segunda clase, atribuyendo un valor conforme el estado de conservación de las mercancías.
La ropa de segunda, por ejemplo, de igual manera constituye una forma de propiciar la representación de la identidad y singularidad por parte de los individuos. De modo más amplio, es posible resaltar que el principal atractivo de los puestos de segunda recae en que están cambiando a la venta de piezas únicas de varios estilos y épocas. En la segunda fronteriza, más allá de estas características, en muchas vestimentas hay trazos indumentarios particulares de los países donde fueron fabricadas.
La adquisición de la ropa usada ha pasado por un largo proceso de adaptación por parte de los usuarios y su entorno social. Muchos de ellos, al principio, se sentían avergonzados por la adquisición de productos usados ofrecidos por el comercio popular, pero con el desarrollo del hábito de consumo las opiniones cambiaron. Pasaron a identificarse con el espacio de las ferias y establecer comunicación tanto con los comerciantes bolivianos como con los otros consumidores. Otros, sin embargo, continuaron limitándose, principalmente por pertenecer a estratos sociales de mayores ingresos, pero que de igual manera cruzaban en dirección al lado boliviano de la frontera a fin de adquirir los productos en las residencias de los comerciantes en Puerto Quijarro.
En las visitas y recorridos por las ferias libres de Cumavi y Santos Dumont, en Santa Cruz de la Sierra y Corumbá, se encontró que la gran mayoría de compradores de ropa usada pertenecen a sectores de clase media: un mayor número de mujeres, estudiantes universitarias, amas de casa, profesores y otros profesionistas. Éstos refieren que en las ferias libres pueden encontrar prendas que están seminuevas, de buena calidad y a un bajo costo. Esther, una compradora, describió las razones por las cuales adquiere ropa usada:
A la feria vengo casi siempre a comprar ropas americanas. Yo nunca compro ropa nueva en las ferias; a veces compro en las tiendas, mas ahora no tengo hábito por hacerlo; más bien vengo para ver ropas en el brechó porque a veces tienen cosas diferentes, nada más por eso. Además, por increíble que parezca, la ropa usada es de mejor calidad; usted usa, usted lava y se mantienen en buen estado (Esther, entrevista, 2015).
A partir de la entrevista realizada a Esther, es posible observar que existen diferentes motivaciones para el consumo de artículos usados, tal como lo aseveran Borges y Dubeux (2012:1):
El valor o significado que los consumidores atribuyen a esas piezas de segunda mano varían en función de sus estilos de vida y diferentes motivaciones se combinan con el consumo de ropa de segunda mano, tales como: economizar en la compra de piezas en el vestuario, o sea, un individuo procura básicamente piezas más baratas -aunque no siempre está relacionado con una condición económica desfavorable del consumidor-; usa piezas exclusivas, busca piezas que complementen su vestuario -piezas vintage o retro que le darían una imagen moderna o cool-.
Patricia, compradora de ropa usada, señala: "Son piezas únicas [...] es difícil hallar. Cuando usted se las pone o coloca en el cuerpo, nadie se da cuenta [de] que es usada y todo mundo te adora o te dicen cosas bonitas". Y sobre la variedad de opciones, la misma compradora afirma: "Aquí hay varias tendencias, varios tipos de ropa; tipo étnico, como a la gente le gusta. Se venden varios estilos, desde ropa de modelos antiguos, retro, otros estilos. Son ropas nuevas, por lo menos actuales, que te hacen lucir una figura interesante. A veces también encuentro cosas para mis hijos" (Patricia, entrevista, 2015).
El consumo de esta ropa de forma discreta o reservada por parte de algunos usuarios está arraigado a los prejuicios que muchos brasileños mantienen respecto de los bolivianos en la frontera Brasil-Bolivia. Un sector de la población fronteriza brasileña, en especial los grupos pertenecientes a la clase media alta y comerciantes brasileños legalizados, frecuentemente refieren que "los bolivianos atrasan el progreso de nuestra ciudad", "los bolivianos son sucios", "no me gustan los bolivianos", discursos que demuestran las "tensiones" existentes en aquella localidad (Anónimo, entrevista, 2015).
El escenario de la venta de ropa usada en las ferias libres de Corumbá representa un microcosmos donde el valor y el significado de los consumidores es una representación de estilos de vida, exclusividad y acceso a bienes de consumo en un contexto donde las mercaderías, como la ropa usada, representan un valor muy singular.
A modo de conclusión
Como se ha desplegado a lo largo de estas páginas, reflexionar acerca de la ropa usada en el contexto latinoamericano va más allá de pensarlo únicamente desde un punto de vista comercial. Las dimensiones que transforman y dinamizan esta práctica de consumo se relacionan con los intercambios simbólicos más allá de las fronteras nacionales y regionales.
La primera parte de este estudio ayudó a contextualizar el hecho de que la vida en las regiones fronterizas posee una dinámica propia, que en muchos sentidos desafía el orden nacional, así como los mecanismos de control y vigilancia, trascendiendo la noción de soberanía en términos formales. Lo anterior, principalmente ha sido atribuido al hecho de que las fronteras son construidas imaginariamente por personajes que las modifican (Faulhaber, 2001), o también debido a que pensar las fronteras a partir de las fronteras mismas, como lo refiere Grimson (2000), significa esencialmente centrar la atención en sus habitantes, prácticas y modos de interacción y exclusión que se dan en estos límites geopolíticos, los cuales no impiden intercambios comerciales y simbólicos, como sucede con los mercados de ropa usada en la frontera de Bolivia con Brasil.
En el caso de las ciudades fronterizas de Corumbá y Puerto Quijarro, el contacto con la cultura del otro (el extranjero), en gran parte, se caracteriza por la estigmatización de los nativos de cada lado, según los imaginarios locales, y el control un tanto flexible que llevan a cabo los órganos gubernamentales de fiscalización. Pese a esto, hay una intensa relación social, cultural y económica entre los dos países (Machado y Lopes, 2011), facilitada particularmente por una integración funcional, como sucede en términos económicos con las ferias libres y el comercio de ropa usada, aunque éstos no sean los únicos modos de contacto entre ambos países.
Así, las interacciones entre ciudadanos brasileños y bolivianos a lo largo de las últimas dos décadas en este punto fronterizo se han tejido de maneras diversas y particulares. Es posible referir lo anterior porque cientos de niños bolivianos cruzan todos los días un pequeño trayecto de carretera para asistir a las escuelas públicas brasileñas, en tanto que personas bolivianas de todas las edades atraviesan hacia Corumbá para recibir atención médica gratuita. El flujo de brasileños hacia Bolivia es menos frecuente, lo que en gran medida se debe a que la paridad cambiaria con el dólar que se instaló en Bolivia hizo perder terreno a la moneda brasileña. Sin embargo, otros tipos de contactos ocurren en este lugar más allá de lo económico.
Por lo anterior, las fronteras son espacios de interacción y tensión que han surgido como hechos de la vida social, y que a lo largo del tiempo han gestado interacciones cada vez más complejas y dinámicas entre los actores sociales (Machado, 1998). Tales interacciones ocurren cuando son compartidas las características culturales de los habitantes de ambos lados de la frontera, como sucede, en este caso, con el comercio de ropa usada en las ferias libres.
Este ejemplo ayuda a mostrar cómo, en la frontera entre Puerto Quijarro y Corumbá, los intercambios comerciales a escala regional devienen también en intercambios simbólicos en un sentido local. La ropa usada que cruza por este territorio cumple al menos dos propósitos: dinamizar el comercio local en una región de frontera, y traer posibilidades de vestimenta para compradores y usuarios diversos, quienes encuentran, en estos espacios de venta, tanto ropa de marca y estilos de moda, como una gran variedad de prendas a bajo costo y buena calidad para su uso cotidiano. El recorrido por mar y tierra de las ropas americanas a lo largo de una gran extensión del continente americano muestra cómo los circuitos formales e informales para el comercio están llenos de procesos socioculturales y dinámicas económicas que hace falta estudiar con mayor profundidad.