Los marcos urbano-regionales del campo religioso en México
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Citas
adecen sus valiosos comentarios y críticas.
** Sociólogo, maestro en desarrollo urbano, profesor-investigador de la Universidad Pedagógica Nacional-Unidad Mexicali y estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colef. E-mail durante doctorado: dcs@colef.mx.
Un tratamiento mucho más detenido de las formas, orígenes e implicaciones de la religiosidad practicada en las sociedades urbanas lo hemos desarrollado en José Luis Molina Hernández, "La religiosidad urbana", en Civitas, núms. 8-9, enero-agosto de 1992, Mexicali, Centro de Estudios para el Desarrollo de la Administración Municipal, pp. 73-88.
Desde el campo de la investigación sociorreligiosa lo han hecho José Valderrey, Jean-Pierre Bastian, Gilberto Giménez y Elio Masferrer, entre otros. Desde la perspectiva de la identidad fronteriza también se ha cuestionado esa percepción centralista de la identidad nacional. Véase Jorge A. Bustamante, "El mito de la desnacionalización cultural de la frontera", en Repensar la nación: fronteras, etnias y soberanía, Cuadernos de la Casa Chata, núm. 174, México, CIESAS, 1990.
Una oportuna llamada de atención sobre este espacio de convergencia entre religión y demografía es la realizada por Rodolfo Casillas y Alberto Hernández en "Demografía y religión en México: una relación poco explorada", Síntesis, núm. 10, Paraguay, 1990. Análisis propiamente dichos que se inscriben en este campo, pero de carácter más bien elemental y circunscritos a dimensiones muy específicas, son los del mismo Casillas, "Emergencia protestante y disidencia religiosa en Chiapas", en Estudios Fronterizos, núm. 17, vol. VII, año VI, enero-diciembre de 1988, IIS-UABC, Mexicali; Gilberto Giménez, Sectas religiosas en el sureste: aspectos sociográficos y estadísticos. Cuadernos de la Casa Chata, núm. 161, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social (CIESAS) del Sureste, México, 1988; Martín de la Rosa, El impacto social del protestantismo. Cuadernos Docentes, Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali, 1989, y Carlos Rodríguez Brandao, "Creencia e identidad. Campo religioso y cambio cultural", en Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, vol. III, núm. 7, Universidad de Colima, 1989, pp. 65-71.
Algunos ejemplos de esto son: Sergio Noriega Verdugo, "Limitaciones y deficiencias del X Censo General de Población y Vivienda 1980", en Cuadernos de Ciencias Sociales, serie 2, Cuaderno núm. 4, Instituto de Investigaciones Sociales, UABC, Mexicali, 1985, pp. 36-43; Sergio Camposortega Cruz, "Compatibilidad de las fuentes de datos demográficos nacionales 1980-1990", en Civilas, núms. 3-4, octubre-marzo de 1991, CEDAM, Mexicali, pp. 23-25. A nivel más general puede verse Carmen Arretx y J. Chackiel, "Algunos problemas relativos a la recolección de datos demográficos en los censos de la población de América Latina en la década del 80", en Los censos de población del 80. Taller de análisis y evaluación. Buenos Aires, INDEC/CELADE, 1985, pp. 245-263, y Mortimer Spriegel, Introducción a la demografía, México, Fondo de Cultura Económica, 1972, pp. 56-85.
Sobre la utilidad de los censos en el análisis demográfico, puede verse Roland Pressat, El análisis demográfico, Cuba, Instituto del Libro, 1970, Edición Revolucionaria, pp. 15-25.
Asumiendo las ambigüedades de este concepto y las polémicas que encierra su uso, nos aproxima a la idea de las prácticas sociales características de las ciudades. Véase Louis Wirth, El urbanisimo como modo de vida, Buenos Aires, Ediciones 3 de Buenos Aires, 1958.
Los campos religiosos con tradición monorreligiosa —como los de México y la mayor parte de Latinoamérica— observan un mayor desarrollo de las identidades no religiosas, en tanto que los de sustrato pluralista, como el de Estados Unidos, tienden a una fragmentación religiosa mayor. Véase Albert J. Meneses, Religion at the Polls, Filadelfia, The Westminster Press, 1977.
Los índices de urbanización de Unikel fueron obtenidos mediante las siguientes fórmulas: 1) Iu = % de pob. urbana x factor E "Este factor de estructura de la población da una idea de la distribución de tal población según distintos tamaños de ciudades. En este sentido, se identifica población urbana total con el grado de urbanización. Su expresión numérica es: Factor E = (0.25p+0.50p+0.75p+p), en que p1, p2, p3 y p4 son los porcientos respecto a la población urbana de aquella población que vive en las ciudades de 15 000 a 19 000, 20 000 a 49 000, 50 000 a 99 000, y 100 000 y más habitantes, respectivamente". 2) Iu= 1/4(U1/P+U2/P+U3/P+U4/P)*100 "en donde U1, U2, U3; y U4 son la población en localidades de 15 000 y más, 50 000 y más y 100 000 y más habitantes, respectivamente. P es la población total en cada región. Iu se da en por ciento". El índice de desarrollo económico comprende los siguientes indicadores: i) consumo de energía eléctrica por habitante; ii) consumo de gasolina por habitante; iii) porcentaje de áreas de riego respecto a la superficie de labor; iv) índice de capitalización agrícola; v) participación del sector industrial en el producto bruto regional; vi) participación de la población económicamente activa (PEA) en sector industrial de la PEA total; vii) producto bruto por habitante; viii) porcentaje de la población escolar que sabe leer y escribir; ix) consumo de azúcar por habitante; x) mortalidad infantil por cada mil habitantes; xi) porcentaje de viviendas con servicio de agua potable; y xii) porcentaje de la población que usa zapatos. Véase Luis Unikel, El desarrollo urbano de México: Diagnóstico e implicaciones futuras, 2ª1 ed., México, El Colegio de México, 1970, pp. 33, 34 y 76.
Claudio Stern, "Un análisis regional de México", en Demografía y Economía, vol. 1, núm. 1, 1967, El Colegio de México, México, pp. 92-117. El índice de Stern comprende los siguientes indicadores: población urbana (que habita localidades de 2 500 habitantes y más), población económicamente activa dedicada a las actividades secundarias, población económicamente activa dedicada a las actividades terciarias y salario mensual promedio por trabajador ocupado.
Lo que aquí denominamos región es el conjunto de estados que tienen características semejantes en cuanto determinadas variables, es decir, que son relativamente homogéneos, aunque sea solamente en el sentido considerado. Un análisis más profundo revela cómo el concepto de región, identificado con ciertos límites geográficos o político-administrativos, ha evolucionado hasta la noción de espacio regional, (que da idea de una configuración funcional más amplia y compleja. Véase El pensamiento geográfico, Madrid, Au, 1982 (en especial los siguientes apartados: Friedrich Ratzel "El territorio, la sociedad y el Estado", pp. 193-203; Paul Vidal de la Blanche, "Las divisiones fundamentales del territorio francés", pp. 243-251, y Pierre Dumolard,, "Región y regionalización: una aproximación sistémica", pp. 452-480).
Lo cual coincide plenamente con las conclusiones de Stern, cuando afirma que "...la heterogeneidad entre las regiones del país tenderá a ser menor a medida que el nivel general de desarrollo del mismo sea más elevado..." Claudio Stern, op. cit., p. 105.
Aunque es una línea de análisis que aquí hemos dejado fuera, no está de más llamar la atención sobre las determinaciones históricas de la concentración del desarrollo urbano, pues, como puede verse, éste se localiza predominantemente en la región de Mesoamérica y su área circundante, en donde la hegemonía sociopolítica se dio desde la época prehispánica, durante la Colonia y a lo largo de toda la vida independiente. La otra región importante, la frontera norte, sólo ha adquirido relevancia en este siglo, ligada al desarrollo de Estados Unidos.
Secretaría de Programación y Presupuesto. X Censo General de Población y Vivienda, 1980 Resumen General Abreviado, México, INEGI, 1984.
La relativa vaguedad de esta clasificación, que coincide con lo que la mayor parte de la gente entiende por "protestantes", esconde un aporte importante: agrupa en un solo conjunto a las corrientes religiosas de filiación cristiana que tienen como rasgo común el compartir una posición subalterna con respecto a la institución religiosa hegemónica; son, más allá de sus diferencias, los "herejes", "las sectas" (nótese que no se concibe como tales a los budistas o musulmanes). La aplicación de las tipologías de organización religiosa en México ha tendido a olvidar este hecho, y al segregar a una parte del movimiento (los testigos de Jehová y los mormones, principalmente, a los que se denomina, con imprecisión y hasta con cierta parcialidad como "paracristianos", lo cual merece un comentario aparte) se establece una división que no es justificable desde el punto de vista del mercado de bienes simbólicos, en el cual todas las organizaciones son unidades productoras en competencia.
Un análisis más detallado de los tres subcampos puede verse en "Composición tipológica de los subcampos religiosos según las categorías censales", ensayo incluido como anexo en José Luis Molina H., Desarrollo urbano y campo religioso. .., op. al. pp. 225 240.
Carlos Rodríguez Brandao, "Creencia e identidad ...", op. cit., p. 67.
Las tasas de crecimiento de las distintas corrientes religiosas se encuentran afectadas por las tasas de crecimiento general de la población, de modo que la tasa de crecimiento del protestantismo en una entidad x sólo adquiere sentido si la dividimos entre la tasa de crecimiento de la población total —como es obvio, tasas iguales darán por resultado la unidad—, lo cual nos hablará de la variación neta de la corriente considerada. De esta manera construimos el índice de crecimiento.
Entendemos como "presencia" el porcentaje de población identificado con una de las variables con respecto de la población total.
Cabe hacer notar que el índice de desarrollo urbano expresa un valor promedio, en tanto implica la conjugación de características no excluyentes (se puede ser a la vez urbano y migrante, por ejemplo); en cambio, el índice de cambio religioso expresa una sumatoria de dos características mutuamente excluyentes, pero identificadas entre sí como disidentes de la fuerza religiosa hegemónica.
Al igual que en el caso del índice de desarrollo urbano, éste también deja entrever un fundamento histórico: la zona en donde el catolicismo tiene mayor fuerza, o donde su retroceso es mucho menor, es precisamente aquella en la que tuvo lugar la Cristiada, esto es, la región del occidente, seguida de la zona central. Los sustratos culturales, fruto y expresión de hegemonías socioeconómicas históricas, aparecen con claridad, validando los índices construidos.
Ya hemos asentado que la progresiva homogeneización del desarrollo urbano detectada aquí coincide con los resultados del análisis de Stern (véase la nota 9) En cambio, la hipótesis de que este proceso es acompañado por una heterogeneización cada vez mayor del campo religioso parece contradecir la siguiente conclusión de este autor, cuando afirma que, coincidiendo " ...con hipótesis derivadas de otros estudios... [puede sostenerse que] la cultura tiende a homogeneizarse en función de la urbanización y la industrialización, conforme se asciende en el nivel de desarrollo". En realidad esta contradicción es sólo aparente. Ya en otro análisis hemos visto cómo la homogeneización cultural que vive la sociedad actual tiene su contraparte en la heterogeneización de los espacios simbólicos, generando nuevas identidades, esto es, que son dos procesos correlativos antes que contrapuestos. Sobre el punto puede verse José Luis Molina H., "Minorías religiosas en Baja California", en Minorías en Baja California, Serie Educación para la Democracia, núm. 5, Mexicali, Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, 1991, pp. 157-187, y Alain Woodrow, Las nuevas sectas, 1a ed., México, Fondo de Cultura Económica, 1979.
Sobre la relación entre la transformación del contexto socioeconómico y el cambio religioso en el caso particular de Quintana Roo, pueden verse Cuauhtémoc Cardiel Coronel, "Cancún: turismo, subdesarrollo social y expansión sectario-religiosa", y Martha H. Villalobos González, "Una comunidad adventista en el sur de Quintana Roo", ambos en Gilberto Giménez (coord.), Religión y sociedad en el sureste de México, vol, VI, 1ª ed., Cuadernos de la Casa Chata, México, CIESAS del Sureste, 1989.
El análisis detenido de la transformación del perfil religioso y el contexto social de la región sureste puede verse en la serie de investigaciones dirigidas por Gilberto Giménez, Religión y sociedad en el sureste de México, op. cit., vols. II al VII.
Una reflexión oportuna e interesante sobre esta problemática, importante para dimensionar las tendencias establecidas aquí a nivel general, puede verse en Felipe Cuamea-Velázquez, "Religión y comportamiento político en México; en busca de tendencias regionales", en Revista Mexicana de Sociología, núm. 3, 1995, pp. 107-130.
La bibliografía es abundante al respecto, por ello nos limitamos a mencionar aquí dos trabajos que hacen mención de este hecho: Alejandra Salas porras, Nuestra frontera norte, México, Editorial Nuestro Tiempo, 1989, pp. 7-42, y Eliseo Mendoza Berrueto, "Algunos aspectos socioeconómicos de la frontera norte de la República Mexicana", en Roque González (comp.), La frontera del norte. Integración y desarrollo, México: El Colegio de México, 1981, pp. 46-67.
El análisis realizado hasta aquí se ubica en el nivel del estado y movimiento de la población, por lo cual expresa más bien al conjunto de la sociedad civil (o secular, en su caso), y desatiende el aspecto de las instituciones, sus mecanismos de adaptación al mercado y sus implicaciones políticas. Esto no significa soslayar el papel jugado por algunos agentes político-religiosos que, como el Instituto Lingüístico de Verano, han sido factores fundamentales en la expansión del protestantismo en el sureste. Antes bien, lo que nos ha interesado en este apartado es analizar los movimientos colectivos de la población en torno a determinados credos, esto es, verlos como movimientos masivos, como voluntad colectiva en acción. En este sentido, los fenómenos analizados expresan la dinámica de la sociedad civil y sus tendencias de cambio